Un violín pobre y desgastado,
con una voz rica y RONCA.
Un niño que soy yo,
con una voz inexperta y RONCA.
Un violín que interpreta
una melancólica melodía
durante la oscura noche,
durante el claro día.
Un violín que transmite
sin palabras,
lo que yo intento
trasmitir con ellas.
Los transeúntes con su
falsa risa y sus pasos,
quebrantan en mil pedazos
su hermosa voz.
Y mi voz que no es
tan hermosa,
alicatada en la pared
como una baldosa.
Y es que...
Sus hermosas notas,
y nuestras voces rotas,
suenan a canción de derrota.
Porque ya nadie escucha.
Nadie escucha a la musa,
nadie escucha la poesía,
nadie escucha al poeta.
Squila
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