miércoles, 29 de abril de 2015

Mi maleta

Sé que la maleta que arrastro
se irá cargando de "hasta luegos" definitivos
que poblarán el insomnio de mis noches.
El espacio entre las baldosas
se irá llenando de pelusas y tiempo.
Es estruendo del segundero
se desprende de la pared y se combina
con el guiño arrítmico del florescente.
Siempre marcó mi hora un reloj que no funciona,
siempre me iluminó una lámpara que siempre estuvo rota.
Las pizarras se empeñaban
en destrozar el olimpo de mis poetas,
resistir era quizás tan solo una quimera
de frágil cristal de bohemia.
Las patas de las sillas crujen bajo el peso
de mis pensamientos más profundos,
por eso también los meto en mi maleta.
y así fui andando caminos, veredas, atajos y rutas
esquivando hijos de puta,
recogiendo nuevas flores, evitando saetas.
Recogí cientos de flores
que también metí en mi maleta
junto a largas horas de conversación,
el calor de la amistad, el dolor de la traición
y el pedazo mutilado de algún corazón
que alguien me regaló.
El reflejo del sol en las blancas sonrisas
y la lágrima que llueve en el alma hecha trizas.
Metí tantas cosas en mi maleta
que mi maleta se fue quedando pequeña
y ya no me cabían  ni Miguel
ni sus "Vientos del pueblo" o su "Niño yuntero",
ni el "Olmo viejo" de Machado,
ni tan siquiera el "¿Amor?" del Kutxi Romero.
Tampoco las "Princesas" de Sabina
o el "hielo abrasador" de Quevedo.
Ni los "Caballos cuatralbos" de Alberti,
ni los "poetas muertos" de Withman,
así como tampoco cupieron
los "Caracoles aventureros" de Lorca,
los "Fantasmas" de Cuenca,
las "Rosas blancas" que nos regaló Martí
o el "envejecer, morir" de Biedma.
"El remordimiento" de Borges,
el "no te rindas" de Benedetti,
o el "arma cargada de futuro" de Celaya
también se quedaron fuera.
Como no cabían mis poemas
los metí en mi corazón, por eso
fluyen por mis venas.

Squila

lunes, 20 de abril de 2015

Gritos...

Exasperados gritos recoge el viento de mi garganta,
gritos silenciosos, acallados en el asfalto de esta ciudad.
Grito pedazos de poemas de viejos poetas muertos
que se ahogaron en el alcohol que quemaba sus penas.
Mis gritos son los ríos que circulan por mis venas
y recogen el tierno llanto de los niños en las noches,
la tristeza que los viejos echan a las anónimas palomas,
los vulgares briks de vino que los pobres beben en los parques.
Son gritos libertarios, sin puntos ni comas,
son gritos, nada más.

Squila
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