viernes, 20 de marzo de 2015

Antorcha en tierra.

Crepita el fuego en la antorcha,
la sangría fluye por mis venas
embriagan mis sentidos,
ahogan y queman mis penas.

Volveré a escuchar, 
en el calor púrpura de este mar,
las palabras ocultas 
de mi alma hambrienta de tierra y de sal.

Pocos tuvimos la oportunidad
de quemar las vísceras podridas de la tierra,
pocos supimos amar como sueñan las estrellas,
pocos supimos amar como odian las tormentas,
pocos supimos iluminar como iluminan las antorchas 
que empapadas en aceite desprenden luz y tristeza.

Quiebra su luz destellos de Neruda
y las bengalas de nuestros poemas.
Aquí aprendimos a roer la carcoma 
de nuestras penas.

No solo de pan vive el hombre,
también necesita poemas.
El día que me vaya recordad estas palabras:
"hoy somos fuego, mañana solo cenizas,
hoy somos la llama que ilumina la neblina"

Sé que las sombras que imprimo en mi alma,
volverán a oscurecer y encender el papel 
que supo beber el desangrado y eterno silencio del atardecer.

Al final silencio, solo queda silencio,
ascuas candentes, ascuas inertes,
ascuas y silencio.

Acurruco el enmudecido verso
que acaricia exterminios de sonrisas
y de palabras vacías.
Yo quiero callarme como se calla
la paciente luna ennegrecida.

Los dos sabemos qué es la resaca y el ruido,
lo que nos diferencia es el silencio
y que yo puedo soñar sin estar dormido.

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